“Con la miel en los labios” se van quedando los más de 5.000 apicultores que tenemos en Castilla y León. Porque estos profesionales están hartos de un mercado, cuyos precios rozan el ridículo y, además, no cubren los costes de producción ni el valor del trabajo que desarrollan. Y todo ello, a pesar, de que Castilla y León es una de las mejores zonas mieleras de España: tiene la mejor y más diversa flora del país. Estas condiciones garantizan mieles de la mejor calidad del mundo, hecho reconocido internacionalmente por la multitud de premios que avalan nuestra miel.
Pero sufrimos un mercado con precios hundidos debido al efecto de las importaciones de miel que la Unión Europea realiza año tras año. 200.000 toneladas de miel entran cada año en la Unión Europea procedentes de China Ucrania, Argentina Y México. La actual directiva de la miel y el Código Aduanero de la Unión Europea lo permiten. Pero desde COAG venimos denunciando desde hace tiempo esa autorización, porque la miel importada se puede mezclar hasta en un 49% con miel española, por ejemplo, en un 51% y a toda esa mezcla se la considera miel de la Unión Europea.
Evidentemente los precios de esta miel de importación están en el entorno de los 2 euros y su calidad es muy baja como incluso reconoce la propia OLAF (Oficina Europea Contra el Fraude). El 46% de esas mieles no las reconoce como miel auténtica. Y esto, además de hundir los precios de nuestra miel, es un fraude al consumidor que también tendrá que llevar a la tienda una buena lupa para leer la etiqueta.
La esperanza ahora está en la propuesta de la Comisión al Parlamento Europeo para cambiar la directiva y obligar a que, en la etiqueta, se incluyan los países de procedencia y el porcentaje de miel de las mezclas.
Ni que decir tiene que, nuestra miel de Castilla y León, de calidad contrastada no necesita mezclas, y por lo tanto, son esas mieles importadas las que se mezclan para mejorar su mala calidad.
Por otro lado, tenemos estancado el consumo de miel en España en 18.000 toneladas al año y producimos más de 30.000. Hay sin duda posibilidades de aumentar nuestro consumo per cápita, que es la mitad que el de otros países, como por ejemplo, Alemania con 1 kg por persona y año.
Campañas de promoción y divulgación de la miel por parte de las Administraciones son fundamentales para, además de informar al consumidor, intentar que aumente el consumo desde las 18.000 toneladas en que está estancado.
Por otra parte, la apicultura es una actividad ganadera como lo son el porcino, el vacuno o el ovino, etcétera. Las explotaciones están inscritas en el REGA y cumplen, por tanto, todas las exigencias de la Unión Europea y todas las garantías sanitarias. Todo esto tiene unos costes que, evidentemente, los apicultores tienen que añadir al precio final para que su actividad sea rentable.
La apicultura aporta un valor económico con el polen, la miel y la cera. Pero tiene otro poco reconocido, aunque muy importante, como es el medioambiental. Por un lado, las abejas polinizan nuestras cosechas y también abundan en la mejora de la biodiversidad y de la naturaleza.
La aportación económica al medio ambiente solo en España, está valorada en 2.400 M€. Aunque solo sea por esto, reconozcamos el trabajo de nuestros apicultores comprando miel de nuestra región porque además de ser más saludable, mantendríamos a más de 5.000 familias que viven en el medio rural.
No nos quedemos con la miel solo en los labios.
Aquí puedes ver la versión publicada en El Mundo Agrario Valladolid: