Las elecciones presidenciales de EE.UU. fijaron su celebración el primer martes de noviembre, ya en 1845, para dar tiempo a los agricultores a terminar y almacenar las recolecciones y evitar una abstención masiva.
Halloween no es más que la sacralización, de una u otra manera, de una de las muchas fiestas paganas que se celebran a finales de verano (septiembre y octubre) para conmemorar el final de las cosechas agrarias
La agricultura y la ganadería lo fueron todo económica, social y espiritualmente en la época en la que no había otras fuentes de generación de riqueza. Hoy, desgraciadamente, la agricultura ha pasado del infinito al cero en la consideración social. COAG pretende que esta fiesta sirva también para reflexionar sobre el papel del campo en la sociedad y en la economía
Valladolid, 30 de octubre de 2024.- La cosecha no es solo el principal afán del campo, también de la vida: determina el final de un esfuerzo realizado para lograr una meta, un deseo, un ideal. La voz procede del verbo latino legere que significa escoger y que también genera las palabras inteligencia o sortilegio. Durante la mayor parte del tiempo que la humanidad lleva existiendo, la recolección, la cosecha, ha sido el único modo de generar un bien económico, y por ende, social, personal e incluso espiritual. No es extraño que todo lo que ha ocurrido en la tierra hasta que se crearon nuevos modos de generación de riqueza, también al principio inspirados en el campo, haya estado ligado al momento álgido del año, el momento que marca el fin de la escasez y el principio de la opulencia: que trae la felicidad, el momento más celebrable.
Una vez segada la mies, vendimiada la uva o recolectada la fruta o la verdura y acopiado todo ello en los silos, hórreos, paneros, trojes y demás almacenes, el ánimo se serena porque la comida está garantizada para el invierno infecundo que se avecina. Brota entonces el anhelo de francachela y no es difícil que corra el vino, la pitanza y la música y que el deber se debilite. La Iglesia pone orden y santos a esa algarabía y fija una fecha en el calendario. De paso, organiza ceremonias para agradecer a las alturas que hayan sido condescendiente con los fenómenos atmosféricos, y así septiembre y octubre, son los meses elegidos para la celebración de las fiestas patronales.
Los celtas fueron los pioneros de esta estrategia. Ya en siglo IV antes de Cristo comenzaron a celebrar las llamadas Samhain, las fiestas que determinaban los momentos más importantes de la actividad agraria, como la siembra y la recolección. Tan determinantes eran en sus vidas estas labores agropecuarias que en cuanto finalizaban daban por concluido el año: el día 31 de octubre.
Tiene sentido porque a partir de esas fechas el campo entra en su época más inerte y en ese contexto (engordado por la inactividad) es fácil coquetear con la negritud: la muerte se hace tan presente que los seres que la habitan viajan desde el sitio donde ésta se ubique en esta negra noche del 31 de octubre. Y vienen, con aviesas intenciones, por supuesto. Para defenderse de ellos, los celtas se disfrazan con lo más aterrador y espeluznante que tengan a mano y chillan, saltan, gesticulan y encienden hogueras para asustar a los visitantes indeseados.
Varios siglos después, en el XIX, los celtas más celtas: los irlandeses, emigran a Norteamérica masivamente. Allí, se encuentran con que los agricultores y los ganaderos del lugar también celebran, como no podía ser de otra manera, el final de la cosecha. Lo festejan con el Día de Acción de Gracias, y cada cuatro años, con las elecciones presidenciales, entre otras conmemoraciones. Pero lo celebran con cierta insipidez, en opinión de los emigrantes de Irlanda. A los americanos les faltaba el souling, o sea, el “almismo o la almidad: o sea, la introducción del alma y todos sus aledaños. Cuando a la celebración americana de la recolección de las cosechas se le introducen los ingredientes tenebrosos y esotéricos, surge Halloween; o sea, All Hallow Eve, la noche de todos los santos.
La agricultura y la ganadería lo fueron todo económica, social y espiritualmente en la época en la que no había otras fuentes de generación de riqueza. Hoy, desgraciadamente, la agricultura ha pasado del infinito al cero en la consideración social. COAG pretende que esta fiesta sirva también para reflexionar sobre el papel del campo en la sociedad y en la economía.