Madrid, 22 de febrero de 2022. Los agricultores y los ganaderos están en pie de guerra. El escenario actual ha generado una tormenta perfecta que está descargando su furia contra un colectivo que se ve cada vez más arrinconado por culpa de la escalada de los costes y que mira con recelo a un cielo sin lluvia y a una escena internacional que amenaza con desestabilizar aún más el mercado. En ese fuego cruzado, organizaciones como COAG se afanan por defender los intereses del eslabón más débil de la cadena y mantienen un calendario de movilizaciones que este miércoles se concretará en una tractorada por las calles de Zamora. Su coordinador autonómico, Lorenzo Rivera, espera una respuesta masiva ante un malestar que justifica en esta entrevista.
–En los últimos meses, el sector se ha echado a la calle para protestar por la situación límite de los agricultores y los ganaderos. ¿Cuáles son las claves de este malestar?
–El ambiente está muy caldeado. Los costes de producción son muy elevados y, desde el año pasado, la situación se ha agravado. Fundamentalmente, por la subida del gas, la luz y el gasóleo. Eso ha incrementado el coste de los fertilizantes y el precio en los mercados internacionales de las materias primas, lo que repercute de forma muy directa en el sector ganadero, que es el que más está sufriendo. Hay una verdadera crisis y por eso hemos salido a protestar. Especialmente, por el sector lácteo.
–¿De qué forma afecta lo que está ocurriendo en Ucrania?
–Veremos lo que pasa. Rusia ha invadido Ucrania, que es un país proveedor de parte de lo que nosotros importamos de cereales. No somos autosuficientes, aunque haya una buena cosecha en nuestro país. Se importan cerca de 15 millones de toneladas de cereal, sobre todo maíz, y de esa cantidad el 30% viene de Ucrania. Ahora, habrá que buscar en otra parte del mundo. Tenemos todas las bolsas paradas, a ver cómo se resuelve el conflicto, pero todo apunta a que va a haber un año de fuertes subidas en las materias primas en general. Aparte de eso, también preocupa el fantasma de la sequía, que es lo que está pululando por encima de nuestras cabezas. Ha llovido la mitad que en un otoño-invierno normal, y vamos de cara a una primavera seca. Los pastos y el forraje van a escasear.
–En el asunto de los precios, ¿esperan conseguir unos pagos más ajustados a la nueva realidad para la leche de ovino?
–El sector del ovino estuvo en buenas condiciones el año pasado, pero a medida que fueron pasando los meses se fueron encareciendo los costes. Llegó enero, que es cuando hay que renovar los contratos, y la industria se niega a aceptar el razonable 20% de subida que se pedía. Ellos ofrecen un 8%, el sector estaba dispuesto a bajar a un 15% y hay una diferencia importante a la que no se acaba de llegar. Por eso hemos mantenido las protestas y les hemos pedido a las cooperativas que no firmen esos contratos. Ese aguante es de valorar, porque se está haciendo un esfuerzo que esperemos que dé fruto. Si la industria fuera razonable y entendiera que la Ley de Cadena Alimentaria está en vigor, sabría que no se puede saltar la norma. El ganadero tiene que cubrir sus costes de producción y tener un pequeño margen de beneficio.
–No se puede ir a pérdidas.
–No, porque eso es inviable y acabaríamos mal a corto plazo. De hecho, ya está desapareciendo el 7% de las explotaciones de vacuno y de ovino de leche en esta región.
–En las elecciones se ha hablado mucho del sector primario, se han hecho muchas fotos en explotaciones, pero también se han dado datos sobre esos cierres. ¿Tiene la sensación de que cada vez resulta más difícil incorporarse al sector ganadero?
–Con esta situación, ¿quién se va a incorporar? El sector ha cambiado mucho en los últimos veinte años, pero ni las instalaciones modernizadas y dimensionadas podrán aguantar una situación de crisis de precios como esta. El sector productor pone la materia prima aquí, en el territorio donde mejor leche y mejor calidad pueden obtener, y eso tiene un valor añadido que no repercute en el ganadero. Las industrias alimentarias han recibido generosas ayudas públicas, de dinero de todos los ciudadanos, para que se asentaran en nuestra región, y eso está bien, pero tiene que repercutir en que los ganaderos tengan un modo de vida digno. No podemos ver, de forma bochornosa, cómo Lactalis presenta unos beneficios de 58 millones de euros el año pasado en España y a la vez era la que peor trataba a los ganaderos de vacuno de leche. Ahora es la que mejor oferta hace, no sé qué le habrá pasado, pero estamos a años luz de una industria que mire más allá del corto plazo; está anclada en el siglo pasado. No puedes plantearle a los ganaderos comprarles la leche por debajo de los costes. Es ridículo y a la larga la perjudicada puede ser la industria, porque se quedará sin leche y tendrá que usar leche en polvo.
–Otro de los problemas que se perciben es que la incorporación al sector resulta casi inviable si no se hereda la explotación de un familiar, ante la elevada inversión inicial que supone. ¿Hay alguna manera de resolver esta cuestión?
–Sí, es verdad. Aunque el hecho de que desaparezcan tantas explotaciones de vacuno, ovino o caprino sencillamente tiene que ver con que es sacrificado. El ordeño implica una actividad cada día del año mañana y tarde, eso no atrae a los jóvenes, y menos si económicamente no es rentable. Luego, hay explotaciones que no tienen relevo generacional y después hay otro problema que afecta a todos, que es que tampoco dejamos espacio. Si nos mantenemos con más de 80 años subidos al tractor, esto es inviable. Hay que aumentar las pensiones, hay que dar ayudas a quien le deje la explotación a un joven y hay que incentivar eso. Y sí, si no arrancas con algo ya empezado es muy difícil, porque todo está carísimo: las tierras, la maquinaria…
–Antes, mencionó también el caprino. Hace meses, una empresa de la provincia animó a que los ganaderos regresaran a la producción de esta leche para evitar hacer kilómetros hacia otras regiones en busca de esa materia prima. ¿Ha funcionado ese llamamiento?
–Esto comenzó hace años, cuando era consejero de Agricultura José Valín. Él puso empeño por el tema de las cabras, alguna empresa también lo promocionaba y es verdad que esa leche le da un toque a los quesos que se vende bien de cara al exterior. Lo que pasa es que en ese “boom” de poner cabras en Castilla y León muchos salieron trasquilados. Tanto es así, que ahora habrá solo 40 o 50 explotaciones en toda la provincia. El queso que se está haciendo es con leche en polvo y así acabaremos con la de oveja algún día si esto sigue así. Yo creo que, si de verdad tenían ganas, tendrían que haber puesto sobre la mesa un contrato con garantías a diez años para que el que quiera sepa que puede instalarse, devolver sus préstamos y hacer su vida. Hablamos de inversiones iniciales de 300.000 o 400.000 euros con los dos primeros años casi perdidos, sin producción. Al final, si no hay seguridad, no hay nada.
–Zamora tiene empresas del sector, un gran potencial y aún así se abandonan explotaciones y los ganaderos se sienten maltratados. ¿Se está desaprovechando uno de los grandes puntos fuertes de la provincia para luchar contra la despoblación?
–Es una pregunta que siempre me he hecho. La industria agroalimentaria camina por su cuenta, siempre piensa en sus balances de beneficios, pero tiene una política cortoplacista y ambiciosa solo para sí misma, no para el sector en general. Pocos han reflexionados sobre la necesidad de ir de la mano del sector productor. Todos tenemos que compartir lo bueno y lo malo. Ha habido mucho apoyo a la industria por parte de las administraciones, con regalos de suelo que no cuestionamos, y eso no ha repercutido en el resto. A nosotros nos dicen que cobramos las ayudas de la PAC, pero lo nuestro es insignificante en comparación con lo que han recibido las industrias. No decimos que no tengan ese apoyo, pero hay que ir de la mano. Tiene que haber un reparto justo del valor de la cadena, porque si no esto durará lo que dure. La distribución también tiene mucha culpa de que el sector este así.
–Otro de los problemas de la ganadería es el asunto del lobo, que ha sido muy polémico en los últimos meses. Ahora, también está en el foco el problema de las víctimas de ataques que no terminan de recibir las ayudas. ¿La indefensión del ganadero le puede llevar a tomarse la justicia por su mano?
–Ahí tenemos el caso de Portugal, donde está prohibida la caza del lobo y las manadas no generan problemas. Que vaya la ministra y pregunte por qué. Todos sabemos el motivo, no voy a ser yo quien lo diga. Lobo que pasa para Portugal, lobo que no vuelve. Lo deben tratar muy bien. Al final, el ganadero en extensivo tiene que estar harto. Hay que tener muchas ganas de seguir con la actividad cuando tienes un ataque hoy, otro al mes siguiente… Y ya no es el daño y lo que te paguen. Llega un momento en el que te cansa porque no duermes tranquilo.
–¿Tienen la sensación de que se pide que haya ganadería en extensivo y, en paralelo, cada vez se le ponen más trabas?
–La contradicción es enorme, porque queremos ganadería extensiva, como dijo el ministro de Consumo, porque es la mejor, la que menos contamina… Pero hay un desconocimiento del sacrificio que supone. Exige estar por el campo, luchar contra el contagio de enfermedades por la fauna salvaje, el ataque del lobo, las normas de los animales de compañía… Son una cantidad de pegas que es normal que vayan desapareciendo los ganaderos en extensivo. Es una pena y quedarán muchos pastos sin aprovechar, pero es que estamos en el siglo XXI. El ganadero de la gorra, la cacha, el perro y todo el día por el campo se acabó.
–Para acabar con cuestiones sobre agricultura, le quería preguntar si considera que la nueva PAC favorecerá los cultivos de remolacha en la provincia.
–Yo he sido remolachero hasta hace dos años. Nací entre la remolacha y he vivido momentos dulces y amargos, pero ha habido un desamparo. El camino que tendría que haber llevado la industria era la negociación; no se puede cortar un contrato como el que hubo y ahora querer encontrar hectáreas sembradas. También ha habido problemas con los precios y hemos llegado a una situación de un mercadeo, de tal manera que el sector difícilmente se va a poder recuperar al ritmo de antes.
–En cuanto a la biorrefinería de Barcial del Barco, ¿creen que el proyecto sería tan importante para la provincia como dicen sus promotores?
–Nosotros conocimos el proyecto al principio y a mí me llamó la atención. Después, entiendo que se perdió un tiempo con inversores que no iban a conducir a nada, y ahora que lo tenían encaminado yo no sé si ha habido esos problemas con la administración regional. Lo que sí aplaudimos es que la Diputación ponga los terrenos. ¿Es viable? No lo puedo decir.