Una cosecha de palabras

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Por José Carlos Blanco, Jefe de Prensa de COAG Castilla y León.

El campo y el medio rural no producen solo alimentos, también palabras.
Duras, sobrias y agrestes la mayoría, pero también bellas y delicadas

 

 

Uno de los más pintorescos ejemplos de bruto acontece en un pequeño pueblo zaragozano. El herrero de la villa ha asesinado a su esposa; ha de ser ajusticiado. Camino del patíbulo, el secretario del Ayuntamiento repara en el hecho de que es el único herrero que hay en toda la comarca y presiente el desarreglo que supondrá quedarse sin él.
No tarda en hallar una solución. Hay dos tejedores en la villa. Ésta pude pasar perfectamente con uno solo, e inmediatamente se pone a cavilar quien de los dos artesanos ocupará en lugar del herrero, que ha de quedar indultado de la pena capital por interés público. (Diccionario geográfico popular, Vergara.)

La voz bruto procede del campo, del ámbito rural, y aunque en principio viene del latín brutus, ésta a su vez llega del nombre que recibían las reses de carga por su torpeza. Bobo viene de buey; borracho, procede de borra, que es la piel de la cabra o el cordero; saqueador evoluciona de la palabra saco; bandido, es una persona expulsada del pueblo mediante un bando y forajido, no es otra cosa que hombre igualmente expulsado fora del exido, o sea, fuera del ejido, una de las plazas de la aldea. Pécora es la res o ganado lanar; acémila, es el mulo de carga; alcornoque, nombra a gente tosca y zafia por el sufijo latio occus, que es la aspereza propia; majadero era el nombre de la maza de majar: golpear el trigo, el centeno, el lino. Ceporro es la cepa vieja de la vid que ya machorra y estéril, por la edad, se arranca para leña; cerril es la mula sin domesticar y parásito evoluciona desde las voces griegas para y sito, que significan cerca del trigo y se refieren a los inspectores o ministros que controlaban las cosechas.

El ser más envidiado y más temido es el cabrón por ser el mismo diablo, como se representa a Lucifer con los retorcidos cuernos; pero es solo un término más del riquísimo universo lingüístico caprino. Ahí están chivato, cabrito, cabrear o chivo expiatorio, que es el joven macho de la cabra que sacrificaban los judíos. E igualmente, estar como una cabra o cabronada, aunque también comprende tal universo bellas palabras como cabriola o capricho.

Cobarde viene de coe que es cola, la que se ve cuando el afectado, montado en la bestia, caballo, burro, o mulo vuelve grupas y huye. Cutre nos llega de cotran, que es mugre y de cuitum que es estiércol para abonar las tierras. Cebollo es persona tosca que recibe el cariñoso apelativo por la fama que tuvo la cebolla de afectar negativamente a la razón; cabestro, (cornudo, cabrón) es la voz que designa a la soga de cáñamo que se utiliza para reducir a las bestias de carga; cateto, el que no es perpendicular a la hipotenusa, toma su origen de un mozo rural francés denominado caddet; jeta es el homónimo hocico del cerdo; julandrón es el mulo que va delante de la recua; novillo fue hombre a quien su esposa le ponía los cuernos y de ahí la expresión “poner los cuernos”, porque el animal que los lleva es el único que no se los ve y chapucero termina naciendo tras evoluciones de las palabras cabo, cabuco, cabucero, o sea, hierros para la montura de las bestias.

BELLAS PALABRAS

Pero la singladura campesina y rural también ha engendrado palabras bellas a lo largo de su historia de predominio económico terráqueo, (prácticamente hasta el siglo XVIII con la revolución industrial; recuérdese el Génesis: “y puso el Señor Dios al hombre en el Paraíso de delicias para que lo cultivase y guardase”). Aunque, como labor sufrida y fatigosa, hoy no es la sombra de lo que fue, tendió a alumbrar voces robustas y austeras.

Véanse entre las bellas voces azafrán, estigmas de oro; pámpano, que el diccionario define como pimpollo de la vid, originaria del griego pampaneus, o sea, todo nuevo, que también da la voz despampanante; dinero, que llega de denarius, moneda romana de diez ases que procede de pecunia, derivada de pecus que es ganado por tener las primeras monedas acuñado una efigie de un animal.

En el vocablo almendra, de su procedencia hebrea nos llega “el despertar”, por ser el primer árbol que florece. Y desde sus orígenes árabes y luego latinos y griegos, nos llega amyndala, amygdala , amandola y mandrorla, que da también amígdala y también es el arco artístico ovalado de la llamada “almendra mística”, que encerraba la figura de Cristo en majestad, o sea, el Pantocrator.

La voz heno procede del latín fenum y del indoeuropeo dhe, que significa mamar, en tanto que es hierba para alimentar al ganado y tiene el mismo étimo que fémina, fecundo, feliz o filio (hijo).

Muchas voces árabes prendieron en el medio rural desde el árabe: alguacil (el ministro), alcalde (el juez), aldea (la granja) y sobre todo, algarabía, (al-garaviyya: el árabe) nombre que daban los cristianos al, para ellos, ininteligible idioma de los árabes. Este término evolucionó hasta significar gorjeo de los pájaros, de los niños o de los gritos. Los árabes estuvieron en España entre el 700 y el 1.500, y ya anticiparon la existencia de Twitter: una algarabía.

Bellota viene del griego balanos, el latín, ballanus y el castellano, bálano, que según el DRAE es cabeza del miembro viril. La misma raíz de apicultura, apis, da apio, que es planta muy querida por las abejas; la misma raíz de azúcar, en latín saccharum, da sacarina. Trillar llega de la voz latina tribulare, que es oprimir la espiga para sacar el grano y termina dando tribulación, atribulado o incluso triste; zanahoria, tiene muchos orígenes. Uno es vasco: aza-horia, que significa piel amarilla, como originariamente era. Los holandeses la hicieron naranja para honrar a su familia real, la Casa de Orange.

El largo y profundo hacer del campo ha dado palabras de toda condición. Pero el proceso inverso, las palabras creadas para definirlo se han fabricado con cierta saña, aunque eso ya es materia de otro artículo.