Por José Carlos Blanco, Jefe de Prensa de COAG Castilla y León.
Las organizaciones agrarias son hoy los colectivos de defensa de los trabajadores más activos y eficaces del panorama laboral sectorial de la economía española. Quienes más defienden a sus afiliados, quienes más logros les procuran. Esta COAG Informa que hoy celebramos y su hermana mayor, la COAG Informa de 1978, han dado buena prueba de ello en sus páginas.
Esta revista que hoy cumple 100 números es hija putativa de otra tocaya que contó e impulsó los denuedos de crear en España la primera organización agraria posfranquista. Mientras el generalísimo daba las boqueadas, los agricultores y los ganaderos ya corrían delante de los grises y de sus cachiporras enhiestas; celebraban asambleas clandestinas y preparaban su todavía rudimentario esqueleto organizativo. Hasta que exactamente un año después del deceso del dictador, en noviembre de 1976, nació la COAG. La Primera OPA. “Vamos por delante”. (Algún día habrá que contar el parto de los curas, amén del celibato, en el alumbramiento de la COAG: Curas rurales antifranquistas crearon las primeras células organizadas de campesinos).
La revista COAG Informa de 1978 comenzó a contar todo esto en sus páginas de blanco satén, o sea, satinadas en blanco y negro. Las primeras manifestaciones agrarias no se andan por las ramas y se autodenominan “guerras”. Con su particular correlación ordinal como las mundiales. La I Guerra de los Tractores, que atiborró las carreteras españolas de máquinas en 1977, fue el desenlace de las guerras sectoriales: “guerra del pimiento”, en Navarra; “guerra del espárrago”, en La Rioja, “guerra de la leche”, en País Vasco, Santander, Asturias y Castilla y León, donde también se libró la de la remolacha. Y la del maíz, en Aragón. El grito de los agricultores y los ganaderos restalló como un obús en los tímpanos de un cuarentañero, natural de Cebreros (Ávila), llamado Adolfo Suarez, que por entonces intentaba poner orden en un desmadrado país, que buscaba recuperar lo que el dictador le había sustraído. “El Gobierno se asustó: una organización de agricultores progresistas no controlada por los poderes públicos podría ser una china en el zapato”, dice el libro que narra los 40 años de COAG: “Una historia de hombres y mujeres del campo”. El Gobierno puso a trabajar a toda su intendencia para contrarrestar aquel vigor insólito en el páramo rural. Cooperativas, ayuntamientos, cámaras agrarias, organismos administrativos del ramo, todo quisque se puso a trabajar contra la COAG. Dio igual: nuestra organización salió fortalecida.
He ahí el primer hito. El segundo fue que tal hervor de acné y vitalidad no pasó desapercibido a los partidos políticos que buscaban echar sus redes en los caladeros rurales, donde COAG era soberana (arrasó en las elecciones agrarias) y entonces el fragor de los obuses iba en sentido contario: eran los tímpanos de los dirigentes de la COAG los que supuraban ante el griterío de los partidos políticos por arrimar las ascuas agrarias a sus sardinas plebiscitarias. Miguel Delibes se acercó mucho a este fenómeno en su novela, “El disputado voto del señor Cayo”. Tampoco tuvieron éxito las banderías del traje de pana y los jerséis de cuello alto (que pasaron a la historia con el nombre de “marcelinas”: averigüe el lector por qué). Ya entonces la COAG estipulaba en su ideario escrito en junio de 1978 esto: “sindicalismo campesino independiente, unitario y democrático”.
Y de ahí, hacia arriba.
Sirvan estos dos botones como muestra del robusto artefacto, las OPAS (tengamos la bondad de generalizar en adelante desde la particularidad de la COAG), que elaboraron nuestros ascendientes y que hoy llega a nuestro contexto temporal mucho más perfeccionado. No ha de sonrojarnos reconocer que en todo el panorama de defensa de derechos e intereses sectoriales de la economía española, somos la excelencia, la célula más eficaz y más dinámica. Hemos sido tímidos a la hora de definir el papel que desarrollan las OPAs. Es el momento de la desambiaguación.
Respóndame, si no, el querido lector, ¿qué gremio sectorial, aquí y hoy, tiene más mareada a la Delegación del Gobierno pidiendo autorizaciones a punta de pala para celebrar manifestaciones a favor de los legítimos derechos usurpados a los agricultores y a los ganaderos? ¿Quién tiene más activados a los medios de comunicación en la generación de noticias que diariamente ametrallan denuncias sobre las malas prácticas contra los agricultores y los ganaderos? (Levanto mi copa desde aquí por la salud de los grandes medios y los grandes profesionales que jalonan la canallesca regional. ¡Salud, compañeros!)
En eso también somos feraces. Una sola OPA de Castilla y León, (y en ese campo COAG también es señera) produce más comunicados de prensa que todas las empresas del IBEX. Tal nivel de producción informativa es inaudito, inédito, insólito e indómito en cualquier ámbito social, laboral, cultural o económico de nuestro país. Hace tres semanas produjimos (La Alianza) una nota de prensa con un calendario de movilizaciones para reclamar que la Junta abonara los daños infligidos por el lobo a los ganaderos. Hace dos semanas, Medio Ambiente anunció una partida para afrontarlos. “A las cosas”, decía Martin Heidegger.
¿Quién tiene más alborotado el patio judicial de nuestra región al que acudimos como usuarios habituales cuando detectamos una injusticia perpetrada contra nuestro sector? Y téngase en cuenta un dato: no solemos perder. Vamos pertrechados con todas las de la ley. Hemos ganado causas sobre leche, remolacha, lobo… Y todas las sentencias favorables han ido a parar a beneficio de los agricultores.
¿Quién baquetea más que nosotros a las administraciones del ramo a las que sugerimos, exigimos, demandamos, nos reunimos, nos levantamos, venimos, nos vamos? Consejerías, ministerio, Bruselas…
¿Alguien dijo alguna vez que somos un lobby? Sí, un lobby feroz al que el MITECO no protegería frente a los cazadores. Somos molestos, tocapelotas, pesados, latosos, engorrosos, tronchaespigas… (“Cuenca minera, canalla y dinamitera”, canta Siniestro Total) contra todo lo que reste un ápice de derechos de los campesinos.
Todo, con una sola idea: conseguir lo que el agricultor y el ganadero se merecen. Somos organizaciones sin ánimo de lucro. Nada queda para nosotros.
Y hasta aquí nuestra cara exógena.
La endógena es mejor todavía. Cuando un agricultor atraviesa el umbral de cada una de nuestras oficinas distribuidas por todas las comarcas de la vasta Castilla y León, entra en otra dimensión. Dígame el querido lector qué otro sindicato, patronal, gremial o confederación coge al afiliado de la mano y lo lleva desde su llano desconocimiento hasta las más altas cotas de la maestría. Las OPAS forman e informan a sus epígonos en lo referente a la profesionalidad agropecuaria y a todas sus aristas jurídicas, económicas, legislativas, normativas, mediaombientales, sociales, químicas, mecánicas, veterinarias, agronómicas, mercantiles y hasta atmosféricas. Hoy el campesino es uno de los profesionales más formados del arco laboral gracias a las OPAS. Y la OPA, no solo lo enseña a pescar, después le da la caña. Toda la mochila de subvenciones, seguros, insumos, créditos bancarios, mercados, cooperativas… se pone a su disposición. Obsérvese el vahído que sufre cualquier mortal al enfrentarse a un formulario de solicitud de ayudas de la PAC. La medicina rural debería crear una unidad contra estas afecciones. Pero ya están las OPAS, estas OPAS que dan “sopas con honda”.