En la mayoría de los países de la Unión Europea, también concernidos por la misma Política Agraria Común que rige las producciones agrarias y ganaderas de toda la Europa 27, en la que se enmarca España, no saben lo que es un regadío. No los necesitan. Afortunadamente para ellos, el agua a la hora de cultivar o de alimentar el ganado, no es un bien escaso, como sí lo es para los países del arco mediterráneo. Si partimos del hecho indiscutible de que sin agua no hay agricultura ni tampoco ganadería, resulta muy difícil entender que los países que tenemos esa lacra de sufrir feroces sequías un año sí y otro también, nos tengamos que regir por las mismas normativas a la hora de producir alimentos que aquellos países que tienen abundancia de agua.
Al igual que ante la crisis del mercado energético España logró en la UE el reconocimiento de la denominada “excepción ibérica”, que le permitió adoptar medidas para reducir el precio de la electricidad, ahora nos encontramos ante otra crisis no menos importante, porque afecta a la producción de alimentos. En España no podemos producir con muchas de las limitaciones y condicionantes agronómicos y ambientales que se han diseñado para otras agriculturas donde no sufren la falta de agua. Cuestiones tan simples como las fechas en las que se puede o no realizar determinada labor complican sobremanera la gestión de nuestras explotaciones; estos calendarios, quizá adaptados a las agriculturas del centro y el norte de Europa, obedecen a realidades muy diferentes a la nuestra.
Pues bien, el sector agrario y ganadero en España necesita que se le reconozca igualmente su excepcionalidad, o poco tardaremos los agricultores y los ganaderos en ir cerrando las explotaciones en cadena, porque es imposible producir sin agua y con el añadido de una condicionalidad reforzada que ni siquiera nos permite aprovechar adecuadamente este escaso recurso.
En este campo el café para todos no puede ser una constante y necesitamos estudiar a la mayor brevedad qué posibilidades tiene la agricultura de Castilla y León para que pueda adaptarse a esta realidad, y alcanzar el objetivo de ser competitivos y no quedarnos al margen en rentabilidad en relación a los países comunitarios que pueden sacar adelante sus cosechas y sus ganaderías sin problemas hídricos.
Urge por tanto una “excepción mediterránea” basada en el estudio de las genuinas características climáticas de los países del sur de Europa, donde el agua escasea, y de las específicas condiciones de nuestra agricultura y ganadería determinadas por esa fundamental carencia. La Administración española al más alto nivel, ha de reivindicar enérgicamente ante la UE nuestra excepcionalidad. Debe aprovechar para ello el periodo de revisión de los Planes Estratégicos en el que estamos inmersos, y ponerla en marcha cuanto antes para lograr una PAC racional para los países que no pueden competir con el resto de Europa porque no tienen las mismas condiciones. Si hay que batirse económicamente en los mercados, que sea con las mismas armas.
Aquí puedes ver la versión publicada en El Mundo Agrario Valladolid: