ENTREVISTA/ MANUEL PIMENTEL, AUTOR DE “LA VENGANZA DEL CAMPO”. “La sociedad urbana desea un campo para pasear, donde sobran tractores, abonos, invernaderos o granjas”

El exministro Manuel Pimentel en la Torre Sevilla. Foto Fernando Ruso

Manuel Pimentel es ante todo Ingeniero Agrónomo y campesino. Aunque posee otras licenciaturas y doctorados y otras ocupaciones, es editor, escritor y consejero de empresa, no se le ve defendiendo otros campos con la pasión con la que defiende el Campo. Fue ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, ha escrito más de una veintena de libros y ha puesto en marcha una editorial (Almuzara) que tiene nombre de villa leonesa y donde ha publicado más de 4000 títulos. En su última obra “La venganza del campo”, explica el proceso que ha traído hasta aquí a una Agricultura y a una Ganadería que la sociedad urbana ni respeta, ni valora. Dice que la Agricultura debe ser consciente del gran reto que se le presenta: “debe innovar, adquirir escala y avanzar en la integración vertical”

Pregunta: ¿Por qué y contra quien se venga el campo?

Respuesta: El campo, si se desprecia y olvida, se venga en forma de menos producción agraria y con la consecuente subida de precios.
Es lo que hemos experimentado desde 2021. ¿Quién lo sufre?. Pues las clases medias y populares.

P: Pero el campo no tiene ningún problema en avenirse con la sociedad, de hecho, lleva toda la vida alimentándola, por ende, cuidándola, ¿es la sociedad o parte de la sociedad quien mantienen viva esta tensión no resuelta con el campo?

R: La sociedad es mayoritariamente urbana, desligada por completo de la agricultura. Como los alimentos fueron tan baratos desde 2000 a 2020, el agricultor perdió importancia social. Los nuevos y positivos valores, como sostenibilidad, adquirieron gran relevancia. Moraleja: como a la sociedad no le preocupaba la producción de alimentos, pero sí la naturaleza, los agricultores, ganaderos y pescadores pasaron a ser vistos como enemigos de la sociedad. De ahí el conjunto de normas que siempre restringen, limitan y encarecen la producción agraria.

El campo, si se desprecia y olvida, se venga en forma de menos producción agraria y con la consecuente subida de precios.

P: Uno de los motivos de esta contienda, como dice en su libro, es que el campo ha muerto de éxito. El hecho de que produzca mucho, bueno y no caro, hace que su labor pase inadvertida. La sociedad ve normal que los lineales rebosen de comida, no dan ninguna importancia a la labor de los agricultores. ¿De qué manera habría que sacudir la conciencia social?

R: O por las buenas, gracias al sentido común y visión estratégica, o por las malas, cuando el precio de la cesta de la compra golpee con dureza las rentas medias. Si no tenemos unas políticas que favorezcan la producción y la garantía alimentaria, al final terminaremos
pagándolo.

P: Señala usted en su obra que la clase urbana impone sus leyes contra el campo. ¿No cree que además de cultivar las tierras, los
agricultores deberíamos cultivar también a la sociedad?

R: Sin duda alguna. La sociedad urbana debe valorar la producción de alimentos. Ahora mismo, desea un campo para pasear, en el que
sobran los tractores, los abonos, los regadíos, los invernaderos, las granjas. Se trata de una situación paradójica, queremos alimentarnos
bien, pero sin agricultura ni agricultores, y eso no es posible.

La sociedad es mayoritariamente urbana, desligada por completo de la agricultura. (…) Como a la sociedad no le preocupaba la producción de alimentos, (cuando eran baratos) pero sí la naturaleza, los agricultores, ganaderos y pescadores pasaron a ser vistos como
enemigos de la sociedad.

P: También alude usted a que el campo tiene cada día menos peso social, político y económico. A pesar de que el nombre de sector
primario no procede de primitivo o rudimentario, sino de primordial y principal: del campo, sus derivados y su comercio, viene
casi un tercio de la economía. ¿Debemos pensar que alguna culpa tenemos los agricultores?

R: No creo que se trate de un problema de culpa de nadie, sino simplemente de grandes dinámicas en las que no hay ni buenos ni malos. La globalización, el euro fuerte y la concentración de la distribución bajaron los precios agrarios hasta niveles desconocidos y esos alimentos baratos invisibilizaron la función de la agricultura. Ahora entramos en el ciclo , con guerras y desglobalización que harán que los alimentos suban de precio.

“La sociedad desea un campo para pasear, en el que sobran los tractores, los abonos, los regadíos, los invernaderos, las granjas. Se trata de una situación paradójica, queremos alimentarnos, y bien, pero sin agricultura ni agricultores”

P: Otra paradoja. Escribe usted que en pocos años viviremos en el mundo casi 10.000 millones de seres humanos, y que tendremos que alimentarlos con menos tierras, menos agua, y menos efectivos. ¿No es esto ya directamente un milagro?

R: Es el milagro de la ciencia de la agronomía, de la hidráulica, de la biotecnología, de la mecanización. Gracias a la innovación lograremos
producir alimentos para una población que crece. Pero se trata de un cociente fácil. Más necesidad de alimentos en el numerador, menos superficie de tierra disponible en el denominador. O sea – y esto son matemáticas, no opinión -, tendremos que producir más por hectárea. Y eso se consigue con técnica… y agua.

P: Si desde el punto de vista social, el valor medioambiente pesa más que el valor agricultura, como usted dice, tenemos un grave conflicto con nosotros mismos como seres humanos, ¿no cree?

R: Se trata de un asunto por completo crucial en nuestros días. ¿Cómo compaginar el desarrollo humano con la sostenibilidad natural?
En la adecuada respuesta a esa cuestión radica nuestro propio futuro como especie.

P: Cita usted al historiador árabe Jbn Jaldún: “los imperios, tras alcanzar su esplendor, comienzan a sembrar la semilla de la decadencia”. ¿Cree que el proyecto de Mario Draghi para dinamizar la economía europea puede ser viable? ¿Cómo cree que afectará al campo?

R: Visto lo visto, creo que seguiremos perdiendo competitividad a corto plazo. Solo cambiaremos cuando estemos en el mismo borde del abismo, desgraciadamente. Soy más optimista en lo agrario. Europa se percatará pronto que precisa producir alimentos para garantizar la despensa de los europeos y eso significará un cambio de políticas, en consonancia con el cambio de ciclo de los precios agrarios que ya comenté.

P: Se extiende largamente en su obra sobre el foodtech. ¿Puede ser la solución a nuestros males o directamente nuestra tumba?

R: El concepto foodtech, esto es, incorporar tecnología y biotecnología a la alimentación, es positivo y necesario. Otro tema sería
el contraponerlo con la producción de carne natural, por ejemplo, un gran error en el que existen claros intereses ocultos.

P:Si miramos a los ojos a un agricultor y le decimos esta frase que escribe usted al final de la página 94 de su libro: “el problema
de todo radica en los desajustes globales producidos por la utilización de la alimentación como arma geopolítica”, ¿Qué cree que nos diría?

R: Ojalá sepa ver las posibilidad es que encierra el nuevo ciclo de precios de los alimentos al alza. Pero también debe ser consciente
del gran reto que supondrá para la agricultura, que deberá innovar, adquirir escala y avanzar en la integración vertical.