La explotación de ovino-caprino de la ganadera Lorena Genzor, fue asaltada por los cánidos en Semana Santa, durante la noche, y a las cabras y ovejas muertas hay que añadir un número todavía no determinado de animales desaparecidos tras reventarse los vallados de la finca
Las indemnizaciones que pretenden resarcir estos ataques del lobo no cubren ni de lejos las ganancias que se obtendrían en el mercado. La pastora dice que por las reses “podría haber obtenido una rentabilidad durante toda su vida de 3.000 o 4.000 euros en cabritos y ahora, no me dan ni 500.”
Lorena Genzor es ganadera de ovino en el municipio soriano de Pobar, Soria. Su granja, ubicada en este pueblo de las Tierras Altas sorianas, fue arrasada por los lobos esta Semana Santa y el resultado fue desolador: dos cabras, cinco cabritos y seis corderos devorados; trece ovejas desaparecidas y un número todavía no calculado por la pastora, de reses espantadas que deben vagar sin rumbo por la montaña soriana. La ganadera Lorena Genzor, afiliada a la Alianza UPA-COAG, contaba con todas las medidas de protección del lote de reses paridas con el que se ensañaron los lobos: estaban situadas dentro de un pastor eléctrico y protegidas por mastines.
El citado pastor eléctrico con el que se protege el ganado consta de una malla electrificada de 90 cm de altura, enchufada a una batería alimentada por una placa solar. Su objetivo es que no salga el ganado y que éste no reciba vistas inesperadas. No fue suficiente.
La ganadera, que cuenta con una explotación de ovino de unas 1.000 ovejas, ha sufrido un golpe moral considerable tras el ataque, que no es el primero que recibe, y se plantea junto a su pareja, también pastor, la reducción de la cabaña e incluso el abandono de la actividad.
A primera hora del pasado viernes 31 de marzo, en torno a las 07:30 horas, un vecino de Pobar llamó a Lorena tras ver una cabra con rastros de sangre en la cuneta y ningún animal dentro del pastor eléctrico. Comprobaron que la cabra presentaba dentelladas en el cuello y poco a poco fueron descubriendo el panorama: al otro lado de la carretera había otra cabra muerta, tres cabritos devorados y seis corderos acribillados a mordiscos. Todos muertos.
Tras darse cuenta del ataque y las consecuencias en este pastor eléctrico, Lorena fue rápidamente al ganado vacío, sin corderos, que estaba durmiendo en otro pastor eléctrico con tres mastines en la otra punta del pueblo. El cual, por suerte, estaba sano y salvo.
Durante esa mañana del 31 de marzo, al mediodía, Lorena nos cuenta que escuchó cencerros y, tras ellos, apareció un mastín cachorro de ocho meses con el resto de ovejas con varios corderos (no todos) que se encontraban en el pastor eléctrico en el momento del ataque.
Los agentes de la Junta de Castilla y León que se personaron en la granja corroboraron que el ataque había sido ocasionado por lobos; que los cánidos saltaron el pastor eléctrico con facilidad y que un cordero, al huir asustado se enganchó en la malla, la reventó y los demás corderos huyeron despavoridos.
Este ataque no fue el primero que ha sufrido Lorena. Ya hace dos años los lobos protagonizaron otro más grave aún. Los técnicos le recomendaron entonces que dispusiera de más mastines y que metiera el ganado en pastores eléctricos. La ganadera se lamenta: “Ahora resulta que el pastor eléctrico no vale, y el mastín cumplió su función, pero tampoco pudo evitar el ataque. ¿Qué más podemos hacer? ¿Cuántos mastines tengo que tener?”. Los mastines suponen un coste considerable porque ingieren gran cantidad de comida.
Las indemnizaciones que pretenden cubrir estos ataques del lobo no cubren ni de lejos las ganancias que se obtendrían en el mercado. Lorena dice: “Yo podría haber sacado por estas dos cabras (de año y medio y de dos años) una rentabilidad durante toda su vida de 3.000 o 4.000 euros en cabritos. Ahora, no me dan ni 500 euros”.