Todos unidos, juntos en defensa de nuestra vida en los pueblos, orgullosos de nuestra profesión y del trabajo que hacemos, de como lo hacemos y para quienes lo hacemos.
Y satisfechos porque nuestra manifestación en Madrid ha sido un éxito de participación (400.000) personas, pero también un éxito de civismo, sin incidentes, totalmente pacífico. Pero eso sí, muy reivindicativa.
Nuestras demandas tendrán que ser escuchadas y atendidas. El Gobierno debe tomar nota y tendrá que cambiar de aptitud, y les trataremos con el merecido respeto.
Nuestros problemas solo se resuelven escuchando al sector, al mundo rural: los que verdaderamente conocemos sus problemas. No como los iluminados pseudoecologistas que legislan desconociendo por completo la realidad del campo. Porque los costes de producción disparados, unidos nada menos que a una pandemia y
a una guerra, nos colocan en un escenario jamás conocido.
Estamos en una situación excepcional que, como tal, requiere medidas excepcionales. Y mientras todo esto pasa, algunos en el Gobierno se dedican a legislar sobre la
jubilación de los perros o sobre cómo crear un sindicato que los defienda.
Desgraciadamente han tenido que pasar todos estos acontecimientos para que la sociedad valore nuestra fortaleza como sector agropecuario y que gracias a nuestro
trabajo disfruten de una alimentación de excelente calidad y con los mayores estándares de sanidad del mundo.
Una injusta guerra que nos abre los ojos hacia lo más primario y necesario: la alimentación. Y aunque ya apenas se habla de la pandemia y de la impagable labor
desarrollada por nuestro sector en ella, el sector primario, absolutamente estratégico, debe de ser bien atendido como tal y cuidado por el Gobierno. Si el campo no produce, la ciudad no come. Parece una frivolidad, pero es todo lo contrario, una realidad.
Hoy que escasean algunos productos en los supermercados, ya están los precios por las nubes. Esa leche que ahora se busca desesperadamente, hace días protagonizaba ofertas reclamo a menos de 50 céntimos. Se habla de que las vacas contaminan y cuántas cosas más para intentar devaluar el trabajo de los ganaderos. Hoy esos que tanto atacan al sector callan porque sabían que mentían y ahora ni en sus casas los escuchan. Por eso, ánimo, compañeros agricultores y ganaderos, nuestra dignidad nos honra y las falsedades que los unos y los otros difunden siempre acabarán mal.