¿Y si la crisis del vino no fuera coyuntural? ¿Y si el alcohol está pasando de moda?

vino

Por José Carlos Blanco, Jefe de Prensa de COAG Castilla y León.

El sector vitivinícola mundial se afana en encontrar soluciones a la crisis que sufre, provocada por la caída del consumo. Ya se habla de arranque de viñedos y de prohibición de nuevas plantaciones, o sea, de reducir la oferta. El mundo del vino ha salido de mil trances similares, pero en esta ocasión afronta un antagonista inédito: los nuevos hábitos de consumo que rechazan todo lo que no sea healthy; por ejemplo, el alcohol.

 

El director de cine Francis Ford Coppola acaba de ven der parte de sus viñedos californianos por 120 millones de dólares para financiar su última película, Megalópolis, que según los críticos es una cinta infumable. Coppola habrá hecho una mala película, pero ha hecho un buen negocio.

La misma cantidad en euros ha provisionado el Gobierno francés para financiar el arranque de viñedos en varias comarcas. Pero con la
condición de que el viticultor que se acoja al programa renuncie a sus derechos de replantación y a solicitar nuevas autorizaciones de planta al menos hasta el 2029.

Las organizaciones agrarias españolas con representatividad institucional se han apiñado con un objetivo: “limitar el potencial productivo
del sector (vitivinícola) para adecuarlo a la situación del mercado”. La medida más retumbante del acuerdo es esta: “solicitar una ayuda financiera para el arranque de viñedo”. Las opas dejan abierta la opción de replantar, pero añaden que si el agricultor decide no hacerlo, “se le asigne una compensación económica definitiva”. Osea, de por vida. COAG, ASAJA y UPA piden prohibir nuevas replantaciones durante los próximos años y dejar un tiempo para que “los Estados y los productores se replanteen sus estrategias nacionales”.

Pierre Bascou, directivo de la Comisión de Agricultura de la UE , acaba de instar al sector vitivinícola europeo a “aumentar su resiliencia”.
Porque se está generando una sobre oferta de vino y por ende, los productores no encuentran mercados que procuren rentabilidad.
Bascou constata la existencia de un “descenso considerable del consumo de vino debido a factores coyunturales y estructurales”.

GRUPO DE ALTO NIVEL

Con este espíritu, la Comisión Europea ha creado un Grupo de Alto Nivel sobre Políticas Vitícolas, a demanda del sector, para buscar
soluciones y afrontar desafíos. El grupo estudiará propuestas e ideas para capear el temporal que se cierne sobre las vides.

La propia Comisión de Agricultura de la U.E. reconoce que durante las últimas dos décadas el sector vitícola europeo ha sido el indiscutible tiburón de los mercados internacionales. Sus exportaciones se triplicaron en este periodo, pero no solo eso: sus elaboraciones devinieron casi místicas en una aleación de tradición, innovación y erudición y la cultura que brotó de todo el proceso (por no decir ritual) atrapó a miles de devotos, se estudió en las universidades, se solemnizó en las mesas y empujó a la feligresía a procesionar hacia los templos donde se produce el vino cuya prestancia ya quisieran para sí muchas catedrales.

¿Qué está sucediendo? Pues que el consumo se desploma; los consumidores están cambiando de hábitos; el alcohol cada día entra menos en las dietas y en suma, la palabra “estructural” comienza entrar en las pesadillas de los viticultores cuando sueñan la crisis. Los agricultores y los productores, ante las crisis alegan que siempre que llueve escampa, pero esta vez no tienen ni idea de por dónde saldrá
el sol; si es que sale. La realidad es que el vino se empantana en las bodegas de todos los países productores sin encontrar mercados.

Razones hay muchas: los aranceles han disparado los precios al consumidor; los episodios súbitos como la Covid o la invasión rusa a Ucrania desnaturalizan los mercados; amplios segmentos de consumidores han perdido poder adquisitivo; los costes de producción no paran de crecer; el cambio climático hace cada vez más vulnerables las producciones; se han producido sobreofertas de caldos en muchos mercados; la inflación desestimula el consumo: el vino es de los primeros en salir de la cesta de la compra cuando hay crisis; el consumo se resiente en verano porque el vino no es bebida refrescante; se han producido cierres de mercados chinos, británicos, norteamericanos y rusos. En definitiva: el mercado del vino ha sufrido todos los avatares posibles.

Sin embargo, los mencionados, son episodios adversos con los que el sector ya ha lidiado en multitud de ocasiones y ha salido victorioso.
El que realmente preocupa y que puede cambiar para siempre el mercado del vino es que el alcohol cada día es menos atractivo. Y el fenómeno es mundial, por lo que las exportaciones, en este caso, no arreglarán el problema.

CRISIS MUNDIAL

Según datos del especialista en enología argentino Fabricio Portelli, en ese país el consumo por persona y año ha caído desde los 33,8
litros en el año 2000 hasta los 23, 4 en la actualidad. Otro estudio del Diario de Cuyo cifra la caída del consumo en Argentina con guarismos más drásticos: de los 29,2 litros en 2005 a 16, 75 en 2023.

En la otra orilla del Atlántico el problema no cambia. “Burdeos, Borgoña, Beaujolais: el vino francés es un símbolo de la cultura francesa. Sin embargo, en los últimos 60 años, el consumo de vino ha caído un 70 por ciento en Francia. El vino tinto, en particular, es objeto de rechazo, incluso en el extranjero” dice el canal de TV galo France 24.

En España, el histórico periodista agrario Vidal Maté comenzó a abundar en el problema hace ya unos meses: “En el mercado interior,
las ventas de vino siguieron con su caída libre, pasando de los 11 millones de hectolitros entre 2019 y 2020, antes de la pandemia, a los 9,6 millones de hectolitros de la actualidad” (2023), Y continuó abundando en la herida: “En el sector preocupa fundamentalmente la caída de la demanda, tanto en los mercados exteriores como en el interior. En la exportación, según los datos manejados por el Observatorio Español de los Mercados del Vino, las ventas en el último año descendieron un 9% hasta menos de 21 millones de hectolitros”. Un estudio de la Organización de la Viña y el Vino (OIV) cifra en un 10 por ciento la caída del consumo mundial de vino en 2023. El guarismo es el más pronunciado en los últimos 30 años.

En España, según el portal de estadísticas Statista, el consumo de vino era en 2013 de 9,23 litros per cápita. La cifra ha ido cayendo paulatinamente, cada año, con un repunte espectacular durante el confinamiento por la COVID y una vuelta a la normalidad, o sea al descenso tras el confinamiento, hasta llegar a los actuales 6,9 litros por persona y año. Y sigue bajando.

EL ALCOHOL NO ESTÁ DE MODA

El alcohol ya no es un producto trending . Los hábitos de los consumidores, o al menos las tendencias, comienzan a decantarse por lo
sano (lo healthy): vegetales frente a carnes, frescos frente a elaborados, sanos frente a excesivamente grasos, salados o azucarados. En este nueva receta, el alcohol no entra. Ninguna de las pirámides nutricionales recomendadas por endocrinos o expertos en nutrición
incluye el alcohol. Además, la recurrente copa de vino diaria recomendada por los cardiólogos por sus beneficios coronarios comienza
a ser ya cuestionada por todos los organismos de referencia sanitaria.

La Organización Mundial de la Salud no para de advertir sobre las graves consecuencias para la salud que tiene la ingesta de alcohol incluso en dosis moderadas. Este organismo, además, trabaja para poner en marcha cuanto antes mecanismos de desincentivación del
alcohol como subir los impuestos o dificultar su disponibilidad.

El Ministerio de Sanidad Español, abunda sobre el debate con esta reflexión: “cualquier consumo de alcohol supone un riesgo y solo se
evitan sus riesgos si no se consume”. Y los organismos responsables de tráfico no paran de reducir las tasas de alcoholemia compatibles
con la conducción de vehículos. Ya hay cinco países en Europa que exigen una tasa de 0,0 gramos por litro consumido. Y según defiende
el director de tráfico español, Pere Navarro, que prevé bajarla tasa española de 0,5 a 0,2, si no se exige un tope de 0,0 gramos es por los problemas digestivos de algunas personas que pueden dar niveles de alcohol en sangre sin haberlo ingerido, hecho que puede crear problemas legales.