Jamás hubo tanta protección del lobo y de las especies salvajes como en estos momentos. Nunca hubo censos de especies cinegéticas de caza mayor como en estos momentos, pero no les basta, no se sacian. Los animalistas de pacotilla denuncian al Ministerio de Transición Ecológica, dicen que no protegen al lobo ¡manda huevos!
Hemos tenido que ver cómo en esta difícil época de pandemia ha sido lo más importante pasear a los perros y que lucieran sus pololos para orgullo de sus dueños, mientras gozaban de mayores privilegios que las personas. Incluso de los diferentes ¡qué vergüenza!
Qué vergüenza que estos supuestos defensores de los animales no tengan el más mínimo gesto cuando se produce un ataque de lobo que deja tras de sí decenas de animales muertos, un colmenar destrozado por las zarpas de un oso, una vaca que no pudo parir por el ataque de un buitre, una oveja que no vio a sus crías por el ataque del meloncillo, una granja avícola que amanece con las secuelas del ataque del zorro o el apicultor que se encontró con las colmenas sin abejas atacada por el precioso y plateado abejaruco.
Además, a los daños que producen estos depredadores, hay que sumar los daños producidos en los cultivos por las aves esteparias como la avutarda, o por las manadas de ciervos, corzos o jabalíes.
Una vez descrito el futuro idílico que algunos quieren para los agricultores y ganaderos que mantienen vivo, aunque sea en la agonía,el medio rural, la sociedad debe abrir un periodo de reflexión. ¿Debemos mantener los pueblos abiertos? Los agricultores y ganaderos, hombres y mujeres que tienen la piel curtida por las inclemencias del tiempo, son los que han gestionado el territorio y mantenido la biodiversidad. Son quienes han transmitido el legado de prácticas como la ganadería extensiva, una experiencia que históricamente ha mantenido los montes limpios de maleza y por lo tanto ha evitado los incendios que se producen por barbacoas, colillas, vehículos, etc. Los agricultores y los ganaderos hacen trabajos de poda y desmoche que rejuvenecen los montes y alargan su vida.
Debemos mantener a los agricultores y su actividad como vertebradores del desarrollo económico del medio rural. Los hombres y mujeres del campo han desarrollado una actividad económica, modernizándose hasta conseguir productos de calidad para el conjunto de la sociedad, en tal cantidad que son capaces de alimentar este país y generar autoabastecimiento. Como se nos reconoció por una buena parte del gobierno al principio de la pandemia, declarando el sector agrario como esencial.
Pero el sector agrario ha sufrido todo tipo de vejaciones, desde una caída de los precios en picado que han llevado a las explotaciones al borde de la quiebra hasta vivir en un territorio despoblado y envejecido, inmerso en la continua emigración de los jóvenes, condenados a vivir en desiertos digitales, limitándonos competir en los mercados a través de los sistemas online, o en los desiertos de servicios bancarios.
Algunos quieren ver a los ganaderos, que cuidan y miman a sus animales, como agresores, cuando justamente son lo contrario, víctimas.
Cada día crecen los enemigos de la ganadería y hablan del amor a los animales realmente utilizados como elementos de entretenimiento y diversión, muchos de ellos traídos de forma ilegal, utilizando las calles y parques como pasarelas para lucir sus mascotas, entre ellas, los perros con pololos.
Ya nos gustaría ver las calles y parques de los pueblos llenos de niños y escuchar el tañer de las campanas.